01 mayo 2006

OTROS QUIJOTES.


En el depósito de locomotoras de Mora la Nueva, allá por los años 50, siempre había gran actividad dentro de la playa de vías. Desde esta estación se acometía la fuerte subida a la sierra de Pradell y el paso por el túnel de la Argentera de camino a Reus. La práctica totalidad del pueblo trabajaba para el ferrocarril de manera directa o indirecta. Cuando sonaba la sirena de los talleres había que ver la riada de ferroviarios por la calle de la estación en dirección a sus casas. Sólo las parejas de conducción y personal de circulación permanecían junto a sus máquinas o puestos de control.Bajo una frondosa higuera cercana al depósito de agua, se sentaban tres parejas de conducción. Una de ellas estaba asignada a las maniobras con una Piloto en la estación de Mora. "Piloto" se decía de una máquina muy veterana de más de cien años, que antes de pasar a desguace se le asignaban tareas anodinas, como hacer maniobras de clasificación de vagones. Luego llegaba una moderna 2-4-1 "Bonita" de Renfe y se los llevaba a su destino. Domingo, el más veterano de todos, era el encargado de preparar el cocido aprovechando una eyección de la caldera. Lo hacía con una olla de fabricación artesanal con una doble pared por la que circulaba el agua hirviendo. Fueron las precursoras de la olla exprés. Alonso y Sancho eran bisoños y jóvenes a su vez. Sus cabezas llenas de pájaros no dejaban de preguntar a los veteranos acerca del recorrido hasta Barcelona. Sabido era, que tenían que salvar grandes dificultades en la línea y por esa razón la llamaron "Epopeya de los directos de Madrid a Barcelona vía Caspe, Mora, Reus y Tarragona". Sancho era el fogonero y por tanto el más sacrificado. Hacía su cometido con cierta pereza mientras pensaba en el momento del almuerzo. Alonso por el contrario siempre le estaba contando sus planes de futuro y proponiéndole aventuras que Sancho se encargaba de poner en su sitio sin molestarle.
Cierto día del mes de Julio a media tarde y con un calor sofocante, llegó el directo de Madrid a la estación. Andrés, jefe de la misma, andaba como loco de un lado a otro sin saber qué decisión tomar. La máquina que daba el relevo había tenido avería nada más salir de la rotonda de talleres y no podía pedir que la titular del directo continuara hasta Reus puesto que estaba exhausta, falta de agua y carbón.Mientras la recién llegada se retiraba al depósito, Alonso y Sancho maniobraban con el coche restaurante para acoplarlo al directo. Al ver a Andrés su jefe dando voces, le preguntaron:

- ¿Pero qué le pasa? Por cierto, ¿dónde está Caballero con el relevo?
- No está ni estará, tiene la vaporosa averiada.

Se le iluminaron los ojos, algo por dentro se le removió y sin poder remediarlo le dijo a Sancho:

- ¡Es nuestra oportunidad!

Sancho sabía a qué se refería y trató de poner juicio:

- Alonso, ni se te ocurra. Estás loco, nunca hemos salido de aquí y no tenemos preparación para lo que estás pensando.

No le escuchaba. Alonso escupió su sentencia:

- D. Andrés, nosotros podemos hacer el servicio sin problema. Estamos preparados.
- Quiá. ¿Vosotros? No llegaríais ni al primer túnel.
- Con otra locomotora puede que no, pero con esta reliquia que conozco como a mi fogonero, llego a donde quiera. Puede que más tarde, pero llego.

Y ese razonamiento provocó que Andrés hiciera valer el dicho de que más vale tarde que nunca. Y que Dios le pillara confesado si además ocurría algún accidente.

- Jefe no le vamos a defraudar. Esto le valdrá una mención en el libro de la compañía.
- ¿Una mención? Vosotros no sabéis lo que os espera . Y a mí, veremos si salgo vivo de esta situación. Un solo consejo, cuando lleguéis al túnel de Fabara recordar que debéis atravesarlo a 40km/h, si vais a más velocidad los bandazos de la máquina pueden hacerla rozar con el revestimento.
- Descuide jefe, lo tendremos en cuenta.

Andrés les dio la salida y después imploró al cielo para que todo fuera bien. Descolgó el teléfono y avisó a la siguiente estación de lo que se les venía encima. Naturalmente todos los factores de la línea se echaron a temblar. La vetusta 0-4-0 de Alonso y Sancho empezó el recorrido a marcha de caracol. Sólo en la cuesta abajo que daba acceso al túnel de Fabara, decidió darle gas a tope para recuperar algo de tiempo. En cada kilometro recorrido se iba acumulando más y más retraso. Sancho le recordó las advertencias de Andrés, pero Alonso seguía sin escucharle. Se sentía la persona más importante del mundo, su misión era vital, nada ni nadie impediría su gesta. Sólo se dirigía a Sancho para pedirle más presión en la caldera.Entraron en el túnel a 60km/h y tal como dijo Andrés, se sintió un fuerte impacto y un sonoro estruendo que sobrecogió a ambos. Habían golpeado con la chimenea en el revestimiento del túnel. Pero no se detuvo a pesar de las chispas y carbonilla que cegaron la cabina de conducción. Alonso, más que sentirse consternado, creyó que pasar por las restantes estaciones hasta Tarragona mostrando esta herida de guerra, le valdría la admiración de los compañeros.Rebasó todas las estaciones sin detenerse para evitar una mayor acumulación de retraso que no obstante era ya de tres horas. A las once de la noche pasaba por delante de la señal de entrada de Tarragona. Igual que todos su compañeros se acicaló la gorra, anudó bien su pañuelo, y se asomó descaradamente a la ventanilla para que pudieran observarle bien los viajeros de la estación. Sobre todo el factor de circulación de Tarragona al que sin duda iba a impactar.Pero una vez la chocolatera rodó por el primer tramo de andén empezó a escuchar una sonora pita de los desesperados familiares y cabreados viajeros que iban a tomar este directo a Barcelona. Y se la dirigían a ellos. A la vez, vieron en la distancia la cara del factor que veía a su encuentro con una mueca que no presagiaba felicitación alguna. Y así fue, a la bronca del factor se unió la de los viajeros que se bajaban en Tarragona a los que la policía tuvo que sujetar para que nos les agredieran.Pasaron al despacho del factor y éste algo más tranquilo les dijo:

- No, si vosotros lo habéis hecho bien, la culpa es de Andrés, se le va a caer el pelo. Y la chimenea la habéis dejado en Fabara, seguro.

Alonso y Sancho se retiraron a los dormitorios de maquinistas de la estación totalmente cortados y desilusionados. Pero al entrar en el habitáculo una sonora pita con grandes vítores y aplausos de los compañeros allí presentes les devolvió el ánimo. Delante de ellos estaba Domingo, el veterano de más fama en la línea. Cogió el atizador de la estufa a modo de espada y tras arrodillarlos en el suelo les nombró nuevos caballeros de la "Línea de los Directos".

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