20 septiembre 2008















La fuente.
(Accésit en el concurso convocado por el pabellón de Murcia en la Expo del Agua de Zaragoza)


En temporada de verano, antes del anochecer, la estación de Alcázar de San Juan era un hervidero de gente que iba de aquí para allá con sus carretillas cargadas de hielo y bebidas. Se preparaban para atender una demanda desesperada en quince minutos, el tiempo previsto para cambiar de máquina. La parada de los nocturnos resultaba espectacular. Caras desencajadas y brazos sin identificar apremiando a los vendedores para captar su atención. Otros, más atrevidos, corriendo a la cantina, agobiados por el fantasma de un horario inflexible que nunca se cumplía. Y los menos, iban a la fuente para saciarse en un caldo incapaz de competir con la modernidad. Pero esa fuente era importante. Sin ella, el porte ferroviario del edificio habría quedado incompleto.  
Hoy, en el Intercity, apoyado en la ventana del minibar, la he visto al pasar sin sus dos caños de bronce. He mirado la botella de agua mineral. Después al camarero preparando un café.