17 marzo 2010

Los domingos..., a Villaverde Bajo.

Vivo desde hace dos meses en Villaverde Bajo.
Hoy he madrugado para tomar el cercanías en la moderna pero insulsa estación. Nada que ver con la que antaño conocí cuando tenía siete años. Ha nevado y no quiero coger el coche.
Me siento en el andén y miro a un lado. Hay un cartel luminos
o informando que faltan cuatro minutos para la llegada del tren.
Cambio la mirada al frente y cierro los ojos.
Junto al muelle de mercancías y bajo un sol primaveral, aparecen dos hombres jugando con sus hijos al fútbol. Los críos se ríen, alborotan, se tiran al suelo en su afán por coger a sus padres de los pies, no hay tregua ni descanso, hasta que consigan quitarles la pelota.
Ahora, cruzan las vías mientras el tren se aproxima a lo lejos. La sudorosa máquina de carbón se detiene lentamente con sus tres vagones de tercera clase. Hoy, domingo, sin sus habituales viajeros, los trabajadores de Marconi y Standard regresando de las fábricas. Uno de los críos sube veloz y se coloca en la plataforma del último vagón. Se empina en la barandilla. Su padre se acerca y me coge de la mano.