06 mayo 2006

TORRE DEL BIERZO.


Carmelo salió de León temprano. Cogió, como todos los años en esta fecha, un cercanías que le llevó a Torre del Bierzo. Nada más apearse en la estación se encaminó muy despacio y cabizbajo, al lugar donde hace 42 años existía un túnel, justo al final de las agujas de salida.
Parado en el lugar que jamás olvidará, le asaltan las imágenes de aquel día funesto. Se arrodilla en el suelo, coge un puñado de tierra, ahora sin carbonilla y llora amargamente.

"Nunca debí salir de Brañuelas sin doble tracción. Tendría que haberme negado por mucho que el servicio lo requiriese. Pero no lo hice. Tuve miedo de contrariar al factor de circulación. ¡No, no! Quisiste apuntarte un tanto. Deberías estar muerto cómo los demás"

Bajando el puerto del Manzanal, Carmelo perdió los frenos de la locomotora. Él y su ayudante, pusieron en practica todas sus habilidades para frenar ese caballo desbocado, que acabó empotrándose dentro del túnel con otro tren que hacía maniobras. Segundos antes de la colisión, la pareja de conducción saltó de la máquina sufriendo graves lesiones, pero salvando la vida. Nunca se supo el número de víctimas, todo se silenciaba, pero a ciencia cierta fue el peor accidente de nuestra historia ferroviaria. La culpa que desde entonces siente Carmelo, es haberse salvado en aquel luctuoso suceso. Fue retirado del servicio poco tiempo después de sanar sus heridas. Para él, fue la confirmación oficial de su responsabilidad en lo ocurrido.

Fernando es el actual factor de circulación de Torre del Bierzo. Él y su mujer Paloma, cuando ven llegar a Carmelo van a su encuentro. A duras penas consiguen levantarle del suelo y llevarlo a la estación. Un par de orujos de la tierra, le dan la serenidad para volver a contarles lo ocurrido aquel día.

- Carmelo, te lo he dicho mil veces. La causa fue una rotura en la mangueta del freno. Eso, junto a los doce vagones repletos y en esa pendiente, no daba posibilidad alguna de parar el tren.-
- Apliqué el contravapor y no resultó. En Los Albares, el jefe de estación debió desviarnos a la vía del estrelladero. Se habrían evitado muchas muertes.
- ¡Carmelo¡ En Los Albares, Casimíro no tuvo valor para hacer eso con un tren de viajeros hasta los topes. Pensaría que al final todo acabaría bien. Lo único que se le ocurrió fue llamar por teléfono a Torre, para avisarles de lo que se les venía encima. No te tortures más. Han pasado 42 años desde aquella fatalidad y la vida debe continuar, incluyendo la tuya.

Fernando sabe que no hay solución, Carmelo busca en el presente cambiar el pasado para seguir viviendo. Antes de despedirse, vuelve a recordarles la promesa de esparcir sus cenizas en el lugar donde no debió burlar a la muerte.

Son las once. Por la estación de Torre está a punto de pasar, sin parada, el expreso Rías Altas. Fernando prepara la señal de vía libre y se pone la gorra. Un escalofrío le recorre la espalda cuando oye el silbato de la máquina y ve aparecer su columna de humo acompasada del chirriar de frenos. Ese tren no es el Rías Altas y está parando en Torre del Bierzo.

A un metro escaso de la vía, con el foco medio caído y la mirada perdida, Fernando se sobresalta al resonar en sus tímpanos como un trueno, el silbato de la locomotora del Rías Altas, sacándolo de su sueño. La velocidad del expreso al pasar, le atrae como un imán haciéndole temblar las piernas y arrancando de su cabeza la gorra. Paloma, se da cuenta de que algo raro le pasa a su marido. Cogiéndole del brazo lo lleva al despacho. Observa su tez pálida y escucha su voz entrecortada.

- Le he visto Paloma. Era él quien conducía ese maldito tren. Estaba sonriente, haciéndome la V con los dedos. Había conseguido detener el tren.
- Tranquilízate Fernando, es solo una pesadilla. Ve a llamar a Bembibre e informales del paso del expreso. ¿Quieres un café?
-¿Sabes? Creo que los sueños son nuestra última esperanza. Pobre Carmelo.

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