30 abril 2006

CAERSE DEL BURRO.

La mirada de su jefe le atravesó, pero fueron sus palabras y la raya imaginaria que trazaba sobre el suelo de la cabina de conducción las que le llegaron a lo más hondo de su orgullo:

- De aquí para allá está tu sitio. Así que, arreando, que hay mucho que hacer.

Hasta ahora todo había sido un mero aprendizaje en el regimiento de ferrocarriles, pero terminado el servicio militar le esperaba el trabajo de verdad. Eso le había dicho su tío cuando le metió en la compañía del Norte. Terminó la protección familiar. Acababa de traspasar una frontera que le removía las vísceras, provocándole una angustia vital, ante la cual la huida se presentaba como tabla de salvación.Pero no. Aguantaría. Aún a sabiendas de que su instinto natural fue siempre rebelde. Su jefe acababa de poner límites a una juventud que él consideraba eterna.
La primera paletada rebotó en el apelmazado carbón. Miró a su jefe asustado esperando un mal gesto, pero lo que vio fue una sonrisa que no se mostraba.

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