ACERO Y HUMO

10 julio 2011

ESTACIÓN DE ALGODOR

Cuando todavía perduraba su esencia ferroviaria

Junio 1997

Estación de Algodor

Algodor tuvo su máximo esplendor cuando fue estación de cruce entre las líneas de Madrid a Ciudad Real y Madrid a Toledo. Comprendía también un ramal que pasando por Villaseca y Mocejón iba hasta una cementera. Otro rasgo a destacar fue su enclavamiento, provisto de un sistema hidráulico poco frecuente en aquella época. Así mismo, sus puentes de señales y numerosas instalaciones fijas hicieron de ella una verdadera estación en la que el personal no paraba ni de día ni de noche.

En aquellos días el enclavamiento aún estaba cuidado por un operario que dedicaba todo su esmero en conseguir que todos los mandos y tuberías brillaran como el primer día. Tuvo la gentileza de hacernos algunos cambios de vías, y mostrarnos el funcionamiento del compresor. Vamos, una maravilla.

Compresor


Caseta de palancas en uso

Piso inferior. Bajada de tuberías con un aspecto inmaculado.

Varias vistas de los puentes de señales


Puente giratorio

Casas de ferroviarios

Puente metálico a la salida dirección Ciudad Real


Segundo puente tipo Prats

Señal de entrada

4 comentarios:

Lola Sanabria dijo...: Aquí queda para que permanezca en la memoria. Buen trabajo, compañero.

Besos a puñados.; 7/11/2011
inma alascio dijo...: Estas instalaciones estan en desuso?, y ahora mismo tienen ese aspecto brillante e inmaculado?, pues el señor que las cuida se ve que es un amante de los trenes e instalaciones, pero mucho me temo que esas instantaneas sean de hace tiempo.

Saludos Juan, me encantan tus post sobre estaciones, siempre aprendo algo.; 7/12/2011
Juan Leante dijo...: Lola, me alegro que te gustaran estas fotos.
Un besazo.; 7/12/2011
Juan Leante dijo...: Hola Inma. Quizás no haya quedado claro por mi parte. Las fotos son del año 97 y naturalmente, como era de esperar en este país, ya no queda nada de esas instalaciones y mucho menos del angel que las cuidaba con tanto cariño.
Un saludo; 7/12/2011

Publicar un comentario

MI COLUMNA

CONVIVIR CON LOS FANTASMAS.

Mis aficiones tienden a desarrollarse en escenarios que para muchos podrían resultar tétricos, poco higiénicos e inseguros. Todos conservan, en mayor o menor proporción, reliquias de un pasado no tan lejano en años, pero sí muy distante en las tecnologías aplicadas. Fábricas y fundiciones de altas chimeneas ornamentales, de las que brotaron nubes ácidas calcinando el verde que acompañaba los campos, y ahora son los testigos mudos de la desolación. Minas que cuando se cerraron, las vagonetas aún se empujaban por los brazos más tiernos de una infancia robada. Estaciones a las que con gran retraso llegaba “El Tren Correo” para descargar esas sacas de cartas que daban al oficio de cartero una aureola de persona importante y siempre deseada. Pero comprendo que para los que aún son testigos de aquellos tiempos, prefieran olvidarlo. Sin embargo yo lo veo distinto, tanto, que estoy seguro de desfigurar la realidad sobre las vidas que levantaron aquellos muros, poblaron su interior y nos dejaron ese legado, hasta que la oferta y la demanda, lo convirtieron en la ruina más absoluta. Cuando estoy entre el amasijo de cascotes y restos de esta arqueología industrial, los veo trajinar de un lado para otro. Embutidos en sus boinas, chaquetas raídas y zapatos reventados. A mi derecha el peón que empuja la vagoneta de mineral, más allá los picadores a punto de bajar a la mina. El tornero creando una pieza imposible. O esos fogoneros incansables partiendo briquetas de carbón para alimentar un fuego insaciable. Quisiera ir con ellos y desvelar el misterio que encierran esos lugares. Los admiro a todos, son verdaderos luchadores que han pasado por la vida sin lo que hoy llamaríamos vivir. Dejaron una huella difícil de borrar, sobre todo por el fruto de sus manos. Decidí hace tiempo traérmelos a casa. Tengo sus huellas y su sudor en cada uno de los objetos que cuelgan de paredes o reposan sobre estanterías. Son mi verdadero patrimonio. Y entre todos, el más querido es una chapa de latón, en la que figura una inscripción grabada con martillo y cincel que dice: " CASILLA MANGAS - INCENDIO CERVANTES 1" Me quedo mirándola y me digo, que después de tantos años de hacerme preguntas sobre esta especie de servidumbre, he perdido la esperanza de enterrar a todos mis fantasmas y mirar sin recelos el mundo que me ha tocado.