Existen en Huelva dos cuencas mineras importantes: La del Río Tinto y la del Odiel. Separadas en la cabecera del nacimiento de ambos ríos, vienen a confluir en su desenlace marinero. Siglos de explotación de los recursos mineros de cada una, las llevaron a su máximo apogeo en el siglo pasado. Después, los precios y otros avatares de los intereses de unos pocos las fueron llevando a una muerte agónica de la que hoy somos testigos. Por lo general suele ocurrir, que aquellos que actuaron como pioneros en el desarrollo de un país atrasado hasta decir basta, caigan después en el más aberrante de los olvidos. Lo mismo que con nuestros viejos: - Ya no nos valéis, sois una carga, pues ahí os quedáis-
Cualquier cultura que no tiene presente: de donde viene, cuales fueron sus raíces, que hicieron por su tierra, cual el legado que nos han dejado, etc., está condenada a repetir los mismos errores del pasado. A mi entender, quien cuida sus patrimonio (la cultura lo es) no solo atrae la admiración ajena, sino que también se gana el respeto de las generaciones futuras. Puede que ya no se viva de la minería, pero sí se podría de otras industrias relacionadas con el interés de la gente hoy, por visitar lo que hicieron nuestros padres y abuelos.
Pero por desgracia cada lugar, cada tajo minero, pueblo, asociación, etc., actúa como un pequeño reino de taifas, a la espera de que sus problemas se resuelvan por arte y magia de los gobernantes de turno que hacen bascular pequeñas soluciones allí donde más les aprietan los intereses electorales. Y no es por este camino, cómo una provincia con tan magnifica raigambre va a salir del atolladero, de pasar de ser un emporio de riqueza y producción a convertirse en un vertedero de residuos envenenados.
En estos días estamos asistiendo a un constante vertido de sustancias nocivas en pueblos como Nerva, Tharsis, y algunos más, sin que sus ciudadanos sepan fehacientemente que consecuencias pueden acarrear para su salud y el ecosistema donde viven. Las informaciones son confusas, contradictorias, poco trasparentes, lo típico de cuando se sabe que algo no va a ser aceptado de buenas a primeras si se preguntara a los interesados.
No es posible avanzar en la resolución de los problemas de expolio y vertidos que hay actualmente sin la unidad de las distintas asociaciones que hasta la fecha, de forma aislada, se ocupan y denuncian a nivel local, estos acontecimientos.
Desde aquí quiero llamar a todos aquellos que al margen de sus preferencias políticas, tienen en su agenda diaria la misma anotación: solucionar un problema que es común a ambas cuencas mineras.
Les llamo a establecer contactos frecuentes para aunar esfuerzos y compartir información. Y a huir de la mezquindad que supone no hacer lo anterior, por causa de afinidades partidarias. Ningún político de turno va a suplantar la voluntad de un pueblo de seguir existiendo. Siempre se ha de estar vigilante.
PD.- Mi más afectuoso saludo a todos los tharsileños que en estos momentos debaten, cómo evitar ser víctimas de un nuevo vertido contaminante en sus tierras y el expolio de su legado industrial y minero.